Conservas gourmet, desde las Rías Baixas hasta Isla Cristina

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Desde la Ría de Arousa (Pontevedra) hasta Barbate. Durante los últimos años, diversas conserveras han desarrollado productos con mucho caché… tanto como para, incluso poderse plantear una ruta para descubrirlos… una ruta que bien podría comenzar por A Pobra do Caramiñal, un hermoso pueblo costero del la zona noroeste de Galicia, más exactamente del sur de la Península del Barbanza, en Arousa Norte. Allí se siguen haciendo las tradicionales conservas Escurís – Luis Escurís Batalla, patriarca de la familia, y un poco del sector, tiene, ya 83 años-. Sus latas contienen delicias como calamares da ría (chocos); zamburiñas en salsa de vieiras; ventresca o sardinillas enlatadas una a una. ¿Y qué decir de los mejillones o navajas?. Ah… las salsas son siempre caseras, sin espacio para química alguna.

Sin salir de la provincia de A Coruña, Conservas Lou tiene su sede en una fábrica de salazón (rehabilitada), que data del año 1880. Ellos fueron pioneros en la comercialización de algas en conserva. En su caso, espaguetis de mar, de alto contenido en hierro, y saccorhiza polyschides. Ambos ejemplares se encuentran, en abundancia, en las playas de la Península de Barbanza. Otras delicias marca de la casa son ostras, ahumados, ventresca de atún, caballa, sardina, sardinilla… y castañas asadas en almíbar ligero.

Carretera adelante, recortando la costa cantábrica, se llega a Santoña (Cantabria)… con un obligado paseo (a ser posible, por la tarde) entre las rederas y el mirador de las Marismas. Allí, a la vera del puerto, están las instalaciones –y la tienda- de Nuevo Libe. Allí se trabaja la anchoa a mano: anchoa a anchoa, se soba (quita) el plateado (escamas y piel) hasta dejarlas perfectamente limpias. Después toca un proceso de maduración en sal, que oscila entre 9 y 12 meses.

Pegada a Cantabria, la provincia de Vizcaya aguarda con el pueblo marinero de Ondarroa. Aquí, después -o antes- de visitar el delicioso patrimonio local –el puerto, la iglesia, los puentes, la cofradía vieja… o las tapas de Pantxo Bedialauneta, en su bar Cantábrico- hay que acercarse a la Factoría Ortiz y comprar una lata de bonito del norte. Pescado con caña y trabajado de modo artesanal, lo hay bajo en sal o bañado en aceite ecológico. Además, la marca tiene la llamada Reserva de Familia, con añadas especiales, como las del 2009 y 2011, tratadas con especial mimo.

Al otro lado de los Pirineos y ya en la costa del Mar Mediterráneo, el viajero encuentra el puerto gerundense de L’Escala… y las deliciosas anchoas en salazón que aquí se facturan desde tiempos de los tiempos de griegos y romanos. Aquí, la conservera Carrol Serrats ofrece un delicioso paté elaborado con anchoas, aceitunas negras, alcaparras y aceite de oliva, y marida estupendamente con queso y ensaladas.

Costa abajo, en Sant Carles de la Rápita (Tarragona), la conservera L´Avi Agsutí elabora ostras en conserva al natural o ahumadas en la bahía de los Alfaques, en pleno Parque Natural del Delta del Ebro. Toda una delicia antes de continuar recortando la costa mediterránea. Casi al final –e incluso ya en el Atlántico- esta ruta conservera finaliza con los salazones, conservas y ahumados Herpac (en Barbate; Cádiz) y los filetes de caballa, melva canutera, boquerones y sardinillas de Usisa (Isla Cristina; Huelva).

 

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